miércoles, 28 de abril de 2004

Terror

Debajo de mi casa están levantando un muro de ladrillo con alambres por seguridad. Ayer cuando llegué al andén del tren de cercanías, dos militares, con mochila, casco y fusil paseaban a lo largo de las vías. Junto a mí, mis futuros compañeros de vagón les miraban de reojo y leían sus labios por encima de su periódico. El otro día, cuando volvía de una boda en coche, una pareja de la Guardia Civil me paró para pedirme la documentación. Metralleta en mano preguntaron por mi teléfono móvil. Hoy, antes de entrar a la estación, he tenido que enseñar el contenido de mi bolsa de deporte a unos guardas de seguridad. En el tren, algunos viajeros se ladearon para dejarme pasar y fijaron su vista en mi mochila.



Me pregunto qué haremos todos cuando descubramos que el terror no está en nuestras manos sino en nuestras mentes, que el loco y el lobo no son los otros sino nosotros, que nuestra vida no vale un duro, que nuestra muerte acecha a nuestra vida en cada momento y en cada lugar y que no podremos prevenir lo que siempre hemos llevado dentro.

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