miércoles, 29 de octubre de 2003

Volar (29/10/2003)



Pasó como una exhalación, rompiendo en pedazos mi descanso. Intenté olvidarlo. Cuando empezaba a recuperarme volvió a pasar, lo oí muy cerca, rozándome. Sacudí la sábana por encima del hombro, y abrí los ojos instintivamente. Maldita sea. Ahí estaba yo, acurrucado en mi cama, encogido de frío, intentando explicarme cómo era posible compartir habitación con un mosquito en pleno otoño. Era consciente de que no quedarían más de dos horas para que sonara el despertador y empezaba a sentir picores en la oreja, bajo la barbilla, en el codo y ¡¡¡Zooooooom!!! otra pasada en picado de mi querido Okupa alado ...



Son las 3. Sentado en un restaurante observo perplejo la sopa de cocido que me acaban de servir. Ahí, en medio de las burbujas de grasa, un primo lejano de mi amigo el mosquito se debate entre la vida y la muerte y sacude enervado sus fibrosas patas. Llamo al camarero. Le digo manteniendo la calma que por favor se lleve la sopa. Mientras me traen el café leo atentamente el periódico. Esta noche, echarán “La costa de los mosquitos” en la 2. Vaya.



Las 5. Afuera llueve. Me meo. Me levanto y me dirijo al baño de la oficina. Al acabar voy a lavarme las manos y levanto los ojos para peinarme. La mano se me congela. El corazón se me sale por la boca. Me toco la barbilla, intento cerrar los ojos para eliminar la visión que acabo de tener: tengo la cabeza de un mosquito.



Abrí los ojos. Seguía lloviendo ahí afuera. Miré el reloj. Eran las 7 de la mañana y ya no se oía ningún zumbido. Hoy, por fin iba a empezar a trabajar. Era mi primera experiencia. En Iberia.



Javier López Recio