martes, 30 de septiembre de 2003

Otoño



Un coche, dos coches, tres coches, 12 kilómetros de coches. 11 de la mañana, Madrid gran capital del reino, Santiago y España, 30 de septiembre de 2003, ha llegado el otoño. Llueve. No para de llover. En sus coches, 671.378 oficinistas, ingenieros, académicos, consultores, banqueros, secretarias, contables, transportistas, fontaneros, chapistas, impresores, pintores, albañiles y directores de publicidad se agarran a sus volantes a 12 kilómetros por hora y maldicen el cielo, mientras pisan una y otra vez el freno para no chocar contra el coche de enfrente.



En los patios de las casas, alrededor de una oficina, han salido los caracoles a miles. Los hay de todos los tamaños, gigantes, minúsculos, ni chicha ni limoná, fresquitos todos, con sus antenas tintineantes apuntando con deleite al cielo.



A 200 kilómetros de Madrid, en los Montes de Toledo, un macho de 14 puntas levanta el cuello instintivamente. La naturaleza hincha sus pulmones y clama al cielo. En 3 kilómetros a la redonda, los árboles mojados se convierten en duchas naturales. Cada bramido es una sacudida. Cada hoja es una campana en la que resuena su berrea. Bajo el techo vegetal las hembras levantan el morro del suelo y miran hacia el Norte. Se acerca otro Rey. Ha llegado el otoño.



Javier López Recio