jueves, 15 de abril de 2004

Las palomas

¿Se han fijado alguna vez en las palomas? Allá adonde vaya, o de donde venga, hay palomas.



Un día, cuando apenas contaba con 5 o 6 años, corría por un parque de París, muy cerca de Los Inválidos, un monumento a los ejércitos malheridos de Napoleón y una paloma me cagó en la cabeza. Sentí con sorpresa el impacto del excremento fresco. Me toqué la cabeza y observé mi mano manchada de su gelatina blanca y negra. La acerqué a mi nariz pero no olía a nada. Me fui a casa preguntándome cómo y porqué habría sucedido a la vez que me predisponía con algún argumento a recibir la bronca de mi madre.



Desde entonces siempre que veo palomas me acuerdo de aquel incidente. Muchas veces he visto que la gente les tira pedacitos de pan en los parques y las plazas. Las palomas se les cuelgan de los brazos y los hombros, los rodean y se pelean por el alimento. Otros, como mis primos los del pueblo, las cuentan cuando las ven pasar en lo alto del cielo y se las imaginan en el punto de mira, o en el puchero. Cuando eran más pequeños y venían a la ciudad salían corriendo detrás de ellas al verlas arremolinadas junto a las fuentes.



Una vez oí decir que las palomas de ciudad son como ratas con alas; se alimentan de desperdicios; se han vuelto omnívoras; y desarrollan y transmiten todo tipo de enfermedades. Sin embargo cerca de mi oficina he visto las palomas más gordas y sanas de todo Madrid. Habitan en los árboles que pueblan el parque de la Fuente del Berro y tienen un plumaje pardo, blanco y gris, diferente al plumaje de las palomas urbanas, cuyo abrigo es azulado, blanco y verdoso; su pico es blanco, no negro y sus patas rosadas, no rojas. En general tienen un tamaño considerablemente mayor que las palomas comunes y se encuentran en un número muy inferior.



A medio camino entre el aspecto de unas y otras situaría las palomas que veo desde la casa de mis padres. Son palomas con un tono urbano aunque algo más grandes. Pero lo más llamativo es que nunca van solas. Siempre van volando en bandada alrededor de mi casa, como si muy cerca de allí hubiera un palomar donde anidar y volver recurrentemente.



Adonde vivo ahora también hay palomas. Sin duda son las más sanas y gruesas que he visto últimamente. Anidan en la dehesa Real de Boadilla del Monte y las veo cruzando el cielo o paradas en los cables de telefonía al salir a trabajar por las mañanas. Le comenté a un amigo del pueblo que jamás había visto palomas tan gordas y majestuosas. Me respondió que eso, era porque en los campos de Boadilla estaba prohibido matarlas. Me pregunto cómo olerán sus excrementos, si también cagarán sobre la cabeza de los niños mientras corren por el parque y si aquí también las madres los regañan por ello al llegar a casa.

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