Tengo un amigo que hace pompas de jabón. Después de una vida
pensando que el mañana no existía, descubrió en ellas una forma de llenar su
espacio, el aire de lo que no existe, de lo que quizás no llegue nunca, de los
deseos que no se cumplirán, o quizás sí, como las pompas de jabón. A base de meter palos en un cubo, y mezclar
el agua con jabón, redescubrió lo que significa preparar, y esperar, y abrir
los ojos, y llenarlos de lágrimas. De alegría.
Y así, redescubrió que los demás podían verle con esos
ojos, ser otro, por una vez o para siempre. Y así, conoció nueva gente, gente
que pasa, mira, sonríe y se va, pero quedan, en algún lugar de nuestra retina y
nuestro corazón. Gente que se queda y habla, y deja que el corazón y los ojos
se les hagan pompas, pompas de jabón, que están ahora y ahora ya no están.
Algunos días le faltan fuerzas para levantarse, cansado de
pensar que quizás este sea el último, cansado de no saber con qué llenar la
espera. Y entonces, retoma sus palos, echa agua en el cubo y mezcla. Se
levanta, se toma un café, echa un cigarrillo y se da un paseo, come, se echa la
siesta y al levantarse sale a la calle, con su cubo, se planta en algún lugar,
cada día uno diferente. Y hace pompas, pompas de jabón.