lunes, 28 de julio de 2003

La última casa



Ayer fui a comer a casa de mis padres. Después de un año sin vivir con ellos me he dado cuenta de que les entiendo mejor. Quizás porque ahora tenemos cosas que decirnos; yo les cuento lo que hago y ellos me cuentan lo que sucede a su alrededor. Por ejemplo, esta semana la noticia ha sido el descampado que hay enfrente de su/nuestro bloque.



Al llegar al portal me encontré con Juan, el del taller mecánico. “¿Has visto? Ya han tirado la última” me dijo, mientras señalaba el descampado con el mentón. Enfrente, un montón de cascotes señalaban el lugar donde había estado hasta ese día la última casa “baja” del barrio. Hace 17 años, cuando llegamos a este barrio, había unas 20 o 30 casas bajas frente a nuestro bloque. A lo lejos se extendían docenas y docenas de ellas habitadas por payos y gitanos, conformando casi un pequeño poblado con su vida propia.



Cuando fui a coger el ascensor, María, la del segundo, estaba mirando las cartas de su buzón. “Hola ¿subes?” le dije. “Si, si” respondió y añadió “Has visto, ya han tirado la última”. “Si –respondí- ahora pondrán bloques”. “Si, y el polvo que van a levantar ... voy a tener la casa sucia todos los días” dijo. Bajó en su planta y seguí hasta el Cuarto.



Al entrar a casa di los buenos días a mi madre. Estaba sola y me esperaba para comer, como todos los jueves. “Has visto, han tirado la última casa” me dijo. “Si”, respondí. Intrigado ante tanta expectación fui al comedor para asomarme desde el balcón. Abajo, volví a ver los cascotes. Detrás de ellos se había hecho un gran montón de tierra y todo alrededor no quedaban más que algunos árboles solitarios; una higuera allí, un platanero allá.



Por un momento me acordé de las casas que había en ese lugar y pensé en las familias que las habitaban. Después intenté imaginar cómo iban a ser los bloques, cuántos habría y qué gente viviría en ellos. No lo conseguí. Por un momento me di cuenta de que nunca más volvería a tener la misma vista desde esa ventana y volví a mirar los cascotes para acordarme siempre de ese día, el día en que habían tirado la última casa, justo enfrente de la mía, la de mis padres, en la que yo ya no vivía.





Javier López Recio

No hay comentarios:

Publicar un comentario