viernes, 11 de julio de 2003

Al levantarme



Esta mañana al levantarme sentí que algo no andaba bien. Al bajar los pies de la cama al suelo topé con un vaso de agua que había dejado ahí la noche anterior. El vaso se volcó y con él su contenido. “Buenos días, son las ocho de la mañana” pensé. Fui a la cocina a por una bayeta y recogí el vertido accidental. Me imaginé que andaba por alguna costa desventurada llena de petróleo y llené el trapo amarillo de chapapote líquido y transparente.



Al abrir el frigorífico caí en la cuenta de que me había quedado sin leche para desayunar y no había vuelto a comprar. Tampoco había zumo. No pude evitar sonreírme. Cogí un vaso del armario y lo llené de agua. Medio del frigo y medio del grifo. Me senté. Pensé en qué haría en mi primer día de parado después de 15 años trabajando en la misma empresa. Afuera los primeros vencejos del año cruzaban el aire a toda velocidad y dejaban tras de ellos su aguda estela mientras atrapaban los insectos más madrugadores de la ciudad. Perdí la mirada sobre los valdosines de la cocina y sonreí.



Decidí que escucharía el sonido de los vencejos volando un poquito más mientras jugaba con el agua en mi boca. Decidí que buscaría una nueva vida a la vuelta de cada esquina. Y decidí que nunca más bajaría los pies de la cama solo por costumbre esperando encontrar siempre el suelo.



Javier López Recio

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