jueves, 15 de enero de 2004

El gesto

Esta mañana al salir a la calle, noté que algo había cambiado. Al abrir la puerta la sensación fue apenas perceptible, pero a cada paso se iba acrecentando. De pronto el cielo era más azul, y las ramas de los árboles, desnudadas por el frío enero, destacaban más que otros días. Al pasar por el parque, camino del autobús, oí con claridad el gorgojeo de una paloma llamando a su pareja. Mientras esperaba el 15 para subir hacia la oficina, observé, sorprendido que sobre el borde de la mampara, había crecido una mata de musgo verde, casi fosforescente. Y ya en el autobús, me di cuenta de que el niño que estaba a mi lado tenía las mismas cejas curvadas que la mujer que sujetaba su mano.



Después de meditar y volver sobre mí mismo recordé que hoy estrenaba gafas nuevas. Entonces decidí que siempre llevaría encima mis antiguas gafas para ponérmelas cuando el mundo se me antojara borroso, angustioso, frustrante, enervante, faccioso, soso o castrante. Al ponérmelas recordaría de nuevo que a menudo un pequeño gesto puede cambiarlo todo.

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