lunes, 9 de febrero de 2004

La casa junto a la vía de tren

A unos cientos de metros de mi casa se levanta un edificio singular, intrigante, solitario. Por las mañanas cuando subo la calle que me lleva a la parada del autobús para ir a la oficina, veo el tejado del edificio recortándose en el cielo expectante y luminoso del amanecer; observo cómo se despuntan las argollas puntiagudas y blancas que adornan sus esquinas de ladrillo, y en lo alto las bolas que los rematan. A medida que camino veo despuntar su estructura y cuando llego a lo alto de la calle, antes de torcer hacia la derecha, puedo contemplarlo entero, fulgente por las primeras luces del día. Entre él y yo solo hay un pequeño parque lineal y una avenida. A su izquierda se levanta una capilla monumental, mucho más alta, compuesta de una capilla y una torre puntiaguda. Sobre el tejado de la capilla reposa la escultura blanca de un enorme ángel sentado. Por aquí se dice que el día del Juicio final ese ángel se levantará y tocará la trompeta que sujeta sobre sus rodillas para anunciar el Apocalipsis.



Había visto muchas veces esa casa de ladrillo, con su tejado a 6 aguas, su planta de cruz ajedrezada, y sus persianas batientes de madera, siempre cerradas. La había visto, y sin embargo no le había prestado atención. Sin embargo, desde hace unos días, siempre subo la misma calle para llegar hasta la parada del parque. En mi mente embotada una imagen me persigue. He buscado la imagen de una casa solitaria, blanca, con un tejado oscuro entre la maraña de Internet. Recordaba el nombre de Hopper, Edward, un americano que pintó sin piedad. En sus cuadros las líneas son oscuras y los contrastes fríos. En sus cuadros no hay vida y las personas son objetos. Objetos de nadie. No hay movimiento en sus imágenes. Pero son reales. Muy reales. Tan reales como ese edificio, una casa en la que deben habitar personas, aunque no se vean.



A unos metros, se levanta una enorme y larga verja negra, rematada con unos portones neorománticos monumentales. Detrás todo son pinos. Y tumbas. Detrás, se extiende La Almudena, el cementerio más poblado de Europa. Y guarda su puerta un edificio casi idéntico al retratado por Edward Hopper, “La casa junto a la vía de Tren”.



Nota: “La casa junto a la vía de tren” fue pintado por Edward Hopper en 1925. Puede verse expuesto en el Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York. Dicen las malas lenguas que Alfred Hitchcock se inspiró en él para crear la mansión de su obra maestra, “Psicosis”.

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