lunes, 13 de junio de 2005

Muerto

Something smells rotten in the state of Denmark
(Algo huele a podrido en Dinamarca)
Hamlet, William Shakespeare


Hay un muerto en la oficina. Nos ronda cada día pero no acabamos de encontrarle.

Unos dicen que está metido en el cuarto del fondo, el archivo, y aprovecha por la noche a estar solo para salir y arrastrarse por la moqueta, impregnándola de su fetidez. Otros aseguran que en realidad anda encerrado en alguna cañería, lo que explicaría el repugnante olor de los efluvios provenientes del aire acondicionado. O en algún armario.

Está aquí cuando llegamos cada día. Lo sé porque al cruzar el umbral de la puerta, cada mañana, su puño invisible me golpea el estómago y un nudo agrio me aguijonea la garganta.

Y permanece al irnos. Lo sé porque al salir, recupero el aire, la respiración, la vida.

Su descomposición va en aumento. Hoy el aire, más y más espeso, está plagado de pequeñas moscas, apenas crías, sin duda una de las 7 plagas de las que hablan los forenses, las que pasan por nuestro cuerpo tras despedirse de su paso por este mundo, las que determinan las horas que un cuerpo lleva pudriéndose.

Quizás sea yo el que ha muerto y esté soñando que me levanto cada día para venir a esta oficina. O quizás no esté soñando y además de haber muerto, siga viniendo a esta oficina. O quizás todos estemos ya en el otro lado, donde todo es pasado y eternidad y aburridos en nuestros nichos, hayamos decidido seguir la comedia que empezamos alguna vez y sigamos, día tras día, entrando a este lugar vacuo, sin sentido, olvidado, cerrado.

Muerto.

Muertos.

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